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jueves, julio 14, 2011

Desvirgándome con la hija de un sepulturero

Me estoy desvirgando.

Sí, estoy leyendo mi primera novela en e-book. Y me está gustando porque lo estoy haciendo poquito a poco, con cariño y mucho mimo, como hay que hacer estas cosas.

No creo que deje de leer libros en papel (sobre todo porque la oferta sigue siendo mucho más amplia), pero he de reconocer la comodidad del formato e-book, sobre todo cuando lees en la cama.

La novela en cuestión es La hija del sepulturero, de Joyce Carol Oates. No tenía ni idea de quién era esta autora hasta que hace poco leí un artículo en la revista Paisajes (las que dan en el AVE) en el que muchos autores la elogiaban y la citaban como candidata al Nobel.

Tengo que reconocer que me costó un pelín entrar en su estilo, con muchas frases cortas sin verbo, pero pronto me acostumbré y la novela me fue sumergiendo poco a poco en la mente de esa "hija del sepulturero" hasta que empecé a sufrir con ella todas sus proezas. Y ahora que me queda poco, me da pena tener que dejarla.

Sin embargo, tengo una queja, y es una queja que no me canso de repetir: ¿por qué no se cuida el laísmo en las traducciones? La edición que yo tengo está plagada de ellos. Cada vez que uno me salta a la cara, tengo que apartar la vista de la pantalla y me distancio de la lectura, no puedo evitarlo. Me da mucha rabia que porque el laísmo sea un defecto castellano (me refiero a de Castilla), no se le tenga muy en cuenta. Doy por hecho que José Luis López Muñoz es un estupendo traductor (con premios y todo), pero también es un notable laísta.

3 comentarios:

Andy dijo...

Antonio, el título de tu entrada si que invita a leer el post, jajajaja.
Un abrazo.

Zero Neuronas dijo...

Esa era la idea, je je.
Otro abrazo para ti.

4M dijo...

Estás seguro de que has elegido bien y con cuidado, como exigen estas cosas? jajaja...