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martes, agosto 07, 2007

Cefalú y Agrigento

En verano los periódicos alargan noticias sin mucha importancia para llenar sus tiradas diarias. Mi particular culebrón del verano puede ser el viaje a Sicilia. Vamos con otra entrega.

Tras abandonar Palermo, con un coche de alquiler, nos dirigimos a Cefalú. Es cierto que en Sicilia se conduce de una manera particular. Las líneas contínuas están en la carretera porque algo tienen que pintar, pero allí se adelanta cuando crees que puedes, sin importar lo que haya en el suelo. Lo curioso del asunto es que nadie pita, apenas se dan luces largas (aunque se dan) y como sabes que si vas lento te adelantan, los conductores menos rápidos conducen con una rueda en el arcén para dejar paso a los que tienen más prisa. Al principio asusta un poco, pero pronto te acostumbras e incluso te lanzas a adelantar a su estilo.

Cefalú es un pueblo turístico privilegiado, con mar y montaña en un solo sitio. Os dejo un par de fotos y pasamos a otra cosa.


Tras Cefalú, en el mismo día, atravesamos Sicila de norte a sur para ir a Agrigento. El centro, por esa zona, es bastante feo y seco, con algunos pueblos industriales que no merecen mucho la pena turísticamente. Y llegamos a Agrigento. Encontrar el hotel nos llevó Dios y ayuda. Teníamos la dirección, encontramos la calle, pero era imposible encontrar el hotel. No había ninguna indicación, ningún cartel, ninguna flecha que lo anunciara. Yo conduzco, sí, pero soy guionista, con lo que os podéis imaginar que conducir no es precisamente algo que me guste, así que cuando tengo que estar más tiempo del necesario al volante empiezo a ponerme nervioso. Tras preguntar, dar vueltas y todo eso, al fin dimos con él. Una vez que lo encuentras, siempre te parece que era muy fácil haber dado con él, el problema era que al entrar en la calle, te quedaba a la espalda, casi en un callejón. Bueno, esta historia no es muy interesante, así que aquí la dejamos. De Agrigento, lo destacable es el Valle de los templos. Van fotos.


Y con el calor que hacía, aprovechamos de buena gana la piscina del hotel.

En Agrigento había un restaurante de pescado recomendado por nuestra guía. Como allí los peces tienen otros nombres muy diferentes a los de aquí, acudimos con un diccionario italiano-español. Y menos mal, porque si no, no hubiéramos tenido ni idea de qué era cada cosa. Me tomé unos enormes salmonetes a la planca riquísimos y mi chica una lubina con una salsa de berenjenas y pistacho también muy rica.

Dos noches allí y a seguir el viaje.

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